Me pareció
jodido dejarlos porque a esa altura de la ruta
no iban a conseguir ayuda. Mientras acomodamos la moto rota en la caja
de la camioneta me dijeron que eran mormones, de la iglesia de no se qué.
-¿Y
donde van? - Les pregunté
- Valle
Eden – Respondió el más flaco.
- ¡Qué
suerte! Yo también voy a Valle Eden. Tengo que entregar esta camioneta que
compró ayer el patrón.
-
¡Linda cuatro por cuatro!- Comentó el que iba sobre la ventanilla.
- ¿De
donde son?
- De
Peralta. – Afirmó el que se había sentado en el medio.
- Yo de
Montevideo. – se apresuró a decir el flaco.
- ¿Y
que andan haciendo por acá?
-
Robando camionetas cuatro por cuatro.- Dijo el rubio largando la risa. Yo también
me reí pero me puse un poco nervioso.
Sentí
el caño de una 45 en mis costillas.
- Pará
y bajate sin hacer nada raro. ¡No te hagas el gil que no te va a pasar nada!- Me
amenazó el flaco. De nada sirvió que les dijera que tengo cinco hijos y que con
esto me iban a echar, que con mi gordura
y cincuenta años no me dan laburo en cualquier lado…
- Dios
te compensará – Interrumpió el que me tenía apuntado con el caño.
- Lo
que precises pide que dios te lo dará.- Afirmó el otro haciendo una seña hacia
el cielo.
La
camioneta desapareció rápido de la vista y yo comencé a caminar con la
esperanza de que pasara alguíen.
Camine
como un kilómetro y aunque no soy muy creyente fui pidiéndole a dios que se
apiadara de mi.
Y así
lo hizo medio kilómetro mas adelante.
El
parador “Eustaquio” no es muy grande
pero tiene de todo. Estaba cansado por la caminata y tenía hambre así que antes
que nada decidí reponer energía. Pedí una milanesa Napolitana y una cervecita
de a litro. La sed me hizo repetir el pedido de cerveza un par de veces y para
bajarlas otra milanesa. De postre comí dos “Chajà”, un helado y un café.
Cuando
fui a pagar me di cuenta que la billetera y todos los documentos habían quedado
en la cuatro por cuatro. Repetí un par de veces el pedido a dios, pero no. Eso
es todo. ¿Me puedo ir señor comisario?